Río blanco

En un río blanco como ese
encontré la corriente oculta
del mar de los deseos.

La piel, húmeda de luz,
sorbía el roce de las almas,
algas de fuego derretidas.

Ya no existía el tiempo,
disuelto como estaba
en memorias de agua.

Brillos, susurros, goces
de antes de conocernos
y de futuras miradas.

En un río blanco como ese
se hunden las generaciones
que aman sin saberlo.

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Exorcismos

Nos enseñaron que no hay que volver sobre nuestros pasos,
que hay que mirar siempre al frente, hacia el futuro,
que el pasado es un río de una sola dirección
y que no somos salmones, sino hombres abocados al mar.

Pero yo no quiero ser esa rama de árbol sobre el agua
que el río en su furia lleva a su antojo de lado a lado.
Yo quiero hundirme en su líquido, apenas un latido,
quieta sobre el cauce, dejándome mojar por el ayer.

Quiero volver a esos lugares mancillados de rabia,
primero rozándolos con las yemas del pensamiento
para más tarde dibujar un corazón allá donde la herida.
Porque somos la roca, el corazón y el río. Somos el viaje.

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Coraje

No soy víctima de esta sociedad,
pero esta suciedad me impregna el alma,
ciega mi coraje de crecer,
de ser humana sin aparentar.

Quien lo pone difícil es
ese ardor, esa rabia necia,
nacida de un útero inútil
mientras hilvano mis labios y callo.

Como la corriente del océano
que anhela la fugacidad del río,
así el agua dulce envidia el vaivén del mar.

Y en su encuentro
hay estrépito,
mas no felicidad.

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Los ojos del río

Niña, te tomo prestada la palabra,
la vista, el oído y el corazón.

Ya sé que no es este tu río,
lo sé, tú nunca tuviste uno.

Pero niña, ayúdame si puedes.
Cierra los ojos, sumérgete aquí.

¿Qué ves? Anda, niña, quiero
bañarme en tu limpia mirada.

«Veo un río de estrellas».
¿Solo, mi niña? No me hagas sufrir.

«No, no temas, no lo haré…
Escucho grillos en la lejanía.

Dentro del río olor de adelfas,
gotas de néctar sobre mis dedos.

Siento una mano en la mejilla,
el principio de un abrazo.

Un dedo me indica abajo un carro,
mas prefiero unir las líneas de mi mano.

Hace frío aquí en el manto de luz y
me hago chiquita hasta ser solo grito.

Alguien volvió a pedir un deseo,
todo se alborota y se mueve veloz.

¡Ah! Mira qué guapa se puso la luna.
El viento cesó, ella se mira en el río.

Se terminó el abrazo, ya me diluyo.
Salgo del río, mi madre me seca».

¿Es eso todo lo que ves, niña mía?
«Sí, ya mi corazón contigo regresó».

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Cielo de olas

Viví en unos ojos
que contemplaban
una tierra
cegada de paz.

Navegué el mar
que fue río
y antes furia
que quiso volar.

Icé mis alas
al todopoderoso
cielo de olas
y eché a nadar.

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