Se cuela la noche en el bar,
el bullicio sale a recibirla.
Cuelgan restos de nostalgia
de entre las copas de balón.
Llueve lento pero sin pausa.
En la puerta, el ficus-vigía
se estremece, sacude el frío.
La calle es un río tranquilo.
El aroma de café recién molido
se impone sobre los diálogos.
Una luz naranja tiñe el interior,
clareando soledades olvidadas.