Nos quedamos a media vida,
inhalando rápido las luces del mediodía.
El destino hoy se vistió de Carnaval,
a la espera de aplausos y algarabía.
Los huesos se preguntan dónde,
dónde queda el ascensor directo al mar.
Y se arrastran lentos, hipnotizados,
bajo trajes de salitre y cal.
El otro barrio, la favela enamorada,
allí donde el amor brilla y promete,
se esconde entre latas y botellas.
Vacíos contenedores de ilusiones vacías.
La madre llega con la voz fuerte,
para eclipsar todos los micrófonos.
Su hijo muerto le tira de la falda.
Apaga el interruptor. El silencio grita dónde.