Niña, te tomo prestada la palabra,
la vista, el oído y el corazón.
Ya sé que no es este tu río,
lo sé, tú nunca tuviste uno.
Pero niña, ayúdame si puedes.
Cierra los ojos, sumérgete aquí.
¿Qué ves? Anda, niña, quiero
bañarme en tu limpia mirada.
«Veo un río de estrellas».
¿Solo, mi niña? No me hagas sufrir.
«No, no temas, no lo haré…
Escucho grillos en la lejanía.
Dentro del río olor de adelfas,
gotas de néctar sobre mis dedos.
Siento una mano en la mejilla,
el principio de un abrazo.
Un dedo me indica abajo un carro,
mas prefiero unir las líneas de mi mano.
Hace frío aquí en el manto de luz y
me hago chiquita hasta ser solo grito.
Alguien volvió a pedir un deseo,
todo se alborota y se mueve veloz.
¡Ah! Mira qué guapa se puso la luna.
El viento cesó, ella se mira en el río.
Se terminó el abrazo, ya me diluyo.
Salgo del río, mi madre me seca».
¿Es eso todo lo que ves, niña mía?
«Sí, ya mi corazón contigo regresó».