Resistencia

Lo veo llegar.
Quiere controlar mi lengua y mis manos,
quiere hacerme morder las uñas hasta la sangre,
mas me resisto.

Respiro noche.
Cuento las estrellas en el firmamento,
pienso una forma, un pez, y lo exhalo en nube.
Juego sola.

Falta la luna.
Es necesaria una luz que señale la paz,
es obligatorio perdonar esos pensamientos fugaces,
impuros.

Somos libres.
Para elegir hacer daño hay que ser libre,
para elegir no hacer daño hay que ser valiente,
y resistir.

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Quimo

Todo da vueltas, gira y gira, excéntricamente.
No tiene sentido volver a lo no dicho,
hay que regresar
al pensamiento.
A las ideas.
Es en estos silencios
que el vórtice recupera su fuerza.
Dejo de tragar saliva, no queda nada fuera.

Cada dolor llega con un vocabulario propio.
De informe, a uniforme, a leve brisa de aire.
Quien lo desee puede
cogerlo por el centro,
aprehenderlo.
Aprender a procesar
el miedo que nos recorre las venas,
la memoria de la sangre de los que se fueron.

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Agujas

Pido disculpas por atrasado,
porque la ceguera se elige
y derrochar luz es pecado.

Junto las manos en el pasado,
trenzo ayeres en su urdimbre.
Mi alma se moja, enfila el ojo.

Pincho, sangro, muero un rato.
La mentira, sin escapatoria,
rompe en su estampida el espejo.

Despierto nueva, a un lado
la verdad sueño se extiende,
arrastra las agujas y la sangre.

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Padre

Padre, llevo muchos días
queriendo besar tu nombre.
Tu memoria me desgasta
la risa y la alegría.

Padre, no puedo vivir más
perdonando a un fantasma.
Te veo en todas partes,
mas no en las pupilas de lo amado.

Padre, escucha el torpe
grito del hilo de sangre.
Desenreda esta lluvia de sombras,
sopla en el remolino del viento.

Padre, borra ese círculo
perfecto que nos amordaza.
Veo ya tu débil sonrisa.
Ahora haz reír a los pájaros.

A Nicolás Pulido

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Mi único recuerdo de la guerra fue…

Mi único recuerdo de la guerra fue la muerte de mi hermano.

No serían más de las doce del mediodía, y el llanto de mi hermano recién nacido resonaba en las cortezas del alcornocal. Superaban los gritos de mi madre entre los muros de la casa. Todo era posible, la vida o la muerte; y la comadrona ladeó la cabeza. Sí, yo lo vi, fue un leve no.

Una vez enjuagada la sangre, pude abrazar por primera y última vez esa carne tan blanca, tan blanda y tan extraña. El sol me cegaba cuando quise escapar del dolor de su visión. Ya nunca más temería la muerte. La guerra fue solo un giro de cabeza.

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