Viaja, se retuerce
como zumo de nubes
entre las plumas de las águilas.
Vuela las fronteras
contando hormigas abajo,
haciendo acopio de amantes.
Sueña sin almohada,
sobre el duro blanco suelo,
nácar violento de cada sonrisa.
Viaja, se retuerce
como zumo de nubes
entre las plumas de las águilas.
Vuela las fronteras
contando hormigas abajo,
haciendo acopio de amantes.
Sueña sin almohada,
sobre el duro blanco suelo,
nácar violento de cada sonrisa.
Soy la última en irse,
la que mira con ojos de gaviota
la tarde esconderse
bajo un manto de arena y noche.
Peleo con el agua de mar
por ver quién tiene el corazón más frío,
quién el sueño lunar,
quién el vuelo más esquivo y sublime.
Adicción no es suma,
es resta de voluntades.
Una sonrisa más,
dos lágrimas puede,
cientos de dudas.
La adicción es insana,
desalmada alegría,
amor a las máscaras
y a las triples mentiras.
Tierno soborno de iras.
Permite que muera,
que se mude a otro cuerpo,
que licue su fuego hiedra.
Deja que resucite en pájaro
y alce feliz su postrer vuelo.
Surge la duda
en el centro,
en el mismísimo centro
del silencio.
Chirría quejas
la puerta oxidada,
incontables pasos sin fin,
dos giros.
El piso tiembla,
miradas arriba,
no queda nadie ya abajo
que respire.
Cada cual será
ave ignorante,
le dedica a su espejo
guiños inquietos.
Dejá de mirar que te miro.
Dejá de susurrar, ventrílocuo feroz.
Las calles presienten tu vuelo,
un tornado de letras al viento.
Ya no te miro más, ta.
Te dejo con tu desnudez de brisa leve.
Así aún, ¿me permitís secar tus ojos?
Dejame llevar tu bruma en mi pañuelo.