De sombras

Amo las sombras.
Amo la forma de las sombras.
Amo la sombra de lo que ya no está.
Amo la sombra que aún no nace.

Amo la sombra cuando te sueño.
Amo tu roce sobre mi sombra.

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Montaña y mar

De esas caricias sin roce,
dame mil.

Déjame despeinar,
el orden de tus rizos de sal.

Desde lo sagrado de tus honduras,
perdóname.

Me atrevo
a besarte en la locura de tu tempestad.

Somos hermanos antiguos del cosmos,
montaña y mar.

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No más besos

Con la verdad por delante,
con la verdad fea, incómoda.
Ven con la verdad que duele,
y si no me hiere, mejor no vengas.

Con besos que me derritan,
con los labios abiertos, libres.
Dame besos nuevos, puros,
y si no lo son, mejor no me beses.

Queda todo el universo por recorrer y besar.
Queda la esencia de nuestras almas por destilar.
Quedamos tú y yo, en estos cuerpos o en los siguientes.
Quédate, ya el tiempo se agota y el creador descansa ya.

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Río blanco

En un río blanco como ese
encontré la corriente oculta
del mar de los deseos.

La piel, húmeda de luz,
sorbía el roce de las almas,
algas de fuego derretidas.

Ya no existía el tiempo,
disuelto como estaba
en memorias de agua.

Brillos, susurros, goces
de antes de conocernos
y de futuras miradas.

En un río blanco como ese
se hunden las generaciones
que aman sin saberlo.

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Exorcismos

Nos enseñaron que no hay que volver sobre nuestros pasos,
que hay que mirar siempre al frente, hacia el futuro,
que el pasado es un río de una sola dirección
y que no somos salmones, sino hombres abocados al mar.

Pero yo no quiero ser esa rama de árbol sobre el agua
que el río en su furia lleva a su antojo de lado a lado.
Yo quiero hundirme en su líquido, apenas un latido,
quieta sobre el cauce, dejándome mojar por el ayer.

Quiero volver a esos lugares mancillados de rabia,
primero rozándolos con las yemas del pensamiento
para más tarde dibujar un corazón allá donde la herida.
Porque somos la roca, el corazón y el río. Somos el viaje.

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